REYES MAGOS, historia de la adoración de los
La figura católica de los Reyes Magos se origina
de los relatos del nacimiento de Jesús, en el nuevo testamento. El
Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que habla de los Magos.
“Nacido, pues Jesús, en
Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está
el rey de los judíos que acaba de nacer?
Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. Al oír esto el
rey Herodes se turbó y con él toda Jerusalén, reuniendo a todos los príncipes
de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó donde había de nacer
el Mesías. Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta[….]Después
de haber oído al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les
precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella
sintieron grandísimo gozo y. llegando a la casa, vieron al niño con María, su
madre, y de hinojos le adoraron, y, abriendo sus cofres le ofrecieron como
dones oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se
tornaron a su tierra por otro camino”.
Como hemos podido leer no se habla ni
de que eran tres ni de que eran reyes, solamente dice que fueron tres regalos
obsequiados al niño Dios por los Magos. A medida que ha ido pasando el tiempo
se ha establecido en tres.
La palabra
“mago” también significaba hombres sabios, probablemente
astrónomos que conocían el movimiento de las estrellas, razón por la cual se
apunta que fueron conducidos por una señal en el cielo.
En el
libro la Leyenda dorada o, en latín, Legenda aurea compilación de
relatos hagiográficos reunida por el dominico
Santiago (o
Jacobo) de la Vorágine arzobispo de Génova a mediados del XIII dice:
El primero de los magos se llamaba
Melchor, era un viejo con cabellos blancos, barba larga. El ofrece oro a su
Señor como a su rey, el oro significaba el poder real de Cristo.
El segundo nombre Gaspar, joven, sin barba,
rojo de color, ofrece a Jesús, incienso, en homenaje a su divinidad.
El tercero, de rostro negro, llevando toda su barba, se llamaba Baltasar, ofrece la mirra que recordaba que el hijo
debía morir.